jueves, 25 de septiembre de 2014

La Fiesta de la Virgen de Urkupiña en Córdoba, Argentina.


Al ritmo  de diabladas, morenadas, pujillay,  llameradas y caporales se celebró  el sábado 16 de agosto la fiesta de  la “mamita de Urkupiña” en Barrio Villa Libertador de la ciudad de Córdoba, Argentina.
La festividad de la Virgen de Urkupiña, oriunda de Quillacollo (Cochabamba -Bolivia), se festeja hace 29 años en Córdoba  desde que un grupo de residentes bolivianos la trajo a la ciudad. El barrio creció al ritmo de la migración y también la fiesta,  la que conservando su espíritu religioso, de regocijo  y de agradecimiento,  se ha convertido en  un atractivo del sincretismo y la interculturalidad que colorea  a Córdoba.
La historia de la “mamita de Urkupiña”, advocación de la Virgen María,  remonta a su aparición en el cerro de la Qota (cercano a Quillacollo) en la época de la colonia; y en las fiestas en su honor  se entrelazan la fe, los ritos paganos,  los rituales de fertilidad de agosto,   las tradiciones culturales y danzas  que recuperan la historia y las historias del sometimiento y la dominación del pueblo boliviano.
La fiesta, que  dura tres días,  tiene su punto culminante el día sábado con la misa en acción de gracias, la procesión,  el desfile, los bailes y las comidas típicas. El viernes por la tarde, el día llamado de la “Víspera”, se hace una misa, se presentan promesas por parte de los devotos, se bendicen los trajes de los bailarines de las diferentes fraternidades y se anticipa lo que será la fiesta  del fin de semana, que concluye el domingo. 
El sábado, el movimiento alrededor de la plaza y de la iglesia comienza temprano, y pueden observarse los vecinos vistiendo y adornando los autos que acompañarán el desfile con telas típicas peruanas, peluches, billetes  y objetos de todo tipo en símbolo de agradecimiento a la virgen por lo recibido y por lo que vendrá.  
A la misa de 11, los feligreses  llevan las vírgenes de sus hogares para ser bendecidas y sumarlas a la procesión y al festejo.  Es movilizante ver la devoción de los vecinos portando las imágenes que visitan a la Virgen de Urkupiña, en su casa.   Terminada la misa, y en una salida triunfal en la que se festeja con papel picado y un sahumado de las vírgenes con coha -una planta ritual- , se inicia  la procesión por las calles del barrio. Vírgenes de todos los  tamaños vestidas con diferentes colores, e inclusive cuadros o estampitas  marchan en  procesión junto a  vecinos,  turistas y  autoridades religiosas, civiles y militares que acompañan la celebración. Porque la devoción por la virgen de Urkupiña para el pueblo boliviano tiene  una intensidad que solo la fe, y los misterios y la fuerza de la Pachamama pueden explicar.   Esta devoción y popularidad fue lo que hizo, precisamente,  que en 1985 se declarara el 15 de agosto,  el día de la virgen, como “Día de la Integración Nacional” para el pueblo boliviano.

Y mientras por las calles laterales los platos típicos de Bolivia, bendecidos como todo y todos en la ceremonia,  deleitan el paladar de los visitantes,  durante toda la jornada y hasta el anochecer, las calles de la plaza son el escenario del color y la alegría. Gauchos y paisanas festejan  los bailes folklóricos argentinos; diablos con trajes y máscaras bailan bajo las órdenes del Arcángel  Gabriel  en una lucha entre el bien y el mal;  el tintinar de cascabeles o ruidos de matracas remedando cadenas  imponen el ritmo en  las morenada,  y la  sensualidad de las mujeres,  y la acrobacia y saltos de los varones   en los caporales  honoran a la Virgen de Urkupiña, y   a todas las vírgenes, que han sido colocadas  una al lado de la otra en pedestales presidiendo el desfile. Un desfile  de danzas, destreza física, tradiciones,  trajes multicolores bordados con lentejuelas,  máscaras,  olores  y sabores  que hacen de la festividad religiosa una fiesta  de todos los sentidos  e impregnan de sentidos el  encuentro de culturas.